El Monastil (Elda): la Elo romano-goda en los ss. VII-VIII

El estudio de la información arqueológica, toponímica y filológica, y de los textos latinos clásicos y altomedievales, referentes a itinerarios terrestres romanos y a actas conciliares visigodas, ha sido una metodología que siempre he seguido pero que no ha tenido el suficiente eco entre buena parte de la investigación, aquella que se ha interesado por la secular cuestión de la sede episcopal hispanogoda de Elo, su identificación con una población antigua y su localización en una geografía concreta.

Fundamentalmente dos aspectos son los relevantes para plantear cualquier propuesta científica interesada en arrojar la mejor luz posible para aclarar la cuestión, por una parte la auténtica denominación del antiguo centro urbano donde situar la citada sede episcopal visigoda, y por otra la caracterización arqueológica que por las estructuras urbanas y arquitectónicas y los materiales muebles recuperados. Será en esa línea dual en la que se base y se exponga mi propuesta, encaminada a defender legítimamente que hubo una modesta civitas peregrina romana llamada Elo, que apareció erróneamente escrita como AdEllo, EdElle e IdElla, denominación atestiguada en los itinerarios de vías romanas y altomedievales y textos medievales; dicha población habría dado lugar a la aparición del gentilicio latino Elotana (compuesto por el topónimo Elo y el sufijo -tana), que desde el siglo XVI sirvió para referirse a una ecclesia episcopal visigoda cuyos obispos aparecen firmando en actas conciliares toledanas del siglo VII, siendo M. Cortés y López, en 1836, el primer autor en situarla en la actual población de Elda, mientras fuera de España se comenzaba a ser de la misma opinión, como evidenció P.B. Gams (1862), que además la ubicaba, lógicamente en la cercanía territorial de Ilici (Elche). A falta de una inscripción entre la escasa epigrafía hallada hasta hoy en Elda, que recogiera su existencia como Elo, disponemos de itineraria latinos que la citan prácticamente así, en momentos cercanos a la creación de la sede episcopal: Eloe (Anónimo de Rávena, siglos VII-VIII). Parece verosímil que la forma correcta es con una sola letra “l”, algo muy común a otras ciudades antiguas de Hispania, el caso más próximo y evidente es el de Ilici (la Alcudia, Elche), que ha aparecido erróneamente en muchas ocasiones como Illici, es decir, con doble “l”, circunstancia también constatada con su portus cuando aparece escrito como Portus Illicitanus (Santa Pola). En cambio no existe una inscripción ni itinerario que evidencie la existencia de una población que se denominase en época romana o visigoda Eio, que en las últimas décadas se pretende fuera la denominación de la ciudad visigoda localizada en el Tolmo de Minateda (Hellín), para de este modo defender que fuera la ubicación de la sede Elotana, que en ese caso se debería denominar Eiotana, idea en la que no creo, pues está bien y tradicionalmente asentada la identificación de un municipio romano en el Tolmo, denominado Ilvnum, para mi más bien Ilinum, pues es sabido el uso de la letra “v” para representar a la letra latina “i”, al menos hasta época de Augusto, caso semejante al de Ilvturgi / Iliturgi, en Jaén; de este modo parece verosímil ver una evolución filológica del topónimo latino Ilinum hasta el árabe Iyyih o Iyyuh, e incluso hasta para explicar la existencia de un topónimo latino bajomedieval en el lugar con la forma Illo. No es algo baladí ver aquí también la duplicidad de letras, como la “l” o la “y”, pero sobre todo, que en ningún momento se constata una letra “e” al inicio de las distintas formas toponímicas que pudo tener el Tolmo. Pero sobre todo, ningún investigador del tema ha explicado cómo se puede pasar del topónimo latino antiguo Ilinum al latino visigodo Eio, de hecho, todas mis consultas a latinistas de diversas universidades españolas invalidan esa posibilidad. Parece claro que el Tolmo se denominó Ilinum o Eio, no de las dos formas, y desde luego la única forma constatada en itineraria latinos y aceptada es la de Ilvnum. Para mi es indefendible, hoy por hoy, que existiese una ciudad llamada Eio.

El segundo gran aspecto a valorar es el arqueológico, pues si no contemplo aceptable la localización de la sede episcopal Elotana, que no Eiotana, en el Tolmo de Minateda, habrá que plantear su ubicación más idónea científicamente en un yacimiento arqueológico, que ha de ofrecer elementos arqueológicos suficientes que la avalen. Efectivamente, a lo largo del último tercio del pasado siglo XX, la extensa obra del arqueólogo Enrique A. Llobregat Conesa, y la mía propia hasta la actualidad, ha cimentado sólidamente que la modesta población romana de Elo estaba en el yacimiento arqueológico de El Monastil, en Elda, cuestión aceptada ampliamente por la investigación. Dejando de lado las fases prehistórica, orientalizante, ibérica, romana republicana e imperial, y centrándonos en la tardo-romana, bizantino-visigoda e islámica, los hallazgos fortuitos y las excavaciones arqueológicas realizadas en dicho yacimiento, han revelado la existencia de una ciudad tardoantigua de cierta relevancia urbanística, entre los siglos V y VII d.C. Las estructuras de su parte de llanura aparecen separadas de su parte elevada o acrópolis por una muralla reconstruida no antes de pleno s. V d.C.; en la zona amesetada y más elevada, intramuros, se han localizado viviendas en la zona meridional, y dos puertas monumentales, dos calles, una más larga y principal, a cuyo flanco septentrional se localizan estructuras arquitectónicas que se pueden identificar con un edificio fortificado con una turris; siguiéndole sin solución de continuidad una gran construcción tripartita, que es la de mayores dimensiones de toda la ciudad, que parece el ámbito del poder, contando con la sala de reunión/recepción, a modo de curia; le sigue otro edificio de también importante dimensiones, que es bipartito y al que no se accede desde la calle, sino por el oeste, justo donde se extienden los anexos posteriores del edificio de culto existente en la zona más occidental, se trata de una iglesia de planta rectangular con ábside en forma de herradura, que se orienta hacia el este, en su flanco sur está dotada de una piscina bautismal tallada en la roca, su cronología parece de finales del s. VI d.C., quizá de época bizantina, a la que pertenecen elementos arquitectónicos singulares, como una gran basa poligonal o un ara de mármol blanco griego del tipo sigmático, a ese contexto cultural se suman ponderales bizantinos y una pyxide ebúrnea bizantina; con la llegada visigoda y su intervención parece se añadieron elementos arquitectónicos, como muestran la base de una columnilla de un ajimez o ventana geminada, pero sobre todo, una fenestella confessionis, calada con talla a bisel sobre piedra local, y un sillar de friso con parte del relieve de una serpiente, que nos hablan de la actividad edilicia en el s. VII. Curiosamente, este relieve, el ajimez y la basa poligonal bizantinizante, aparecieron reutilizados como material de expolio en muros y espacios de fase islámica, documentada por las fosas realizadas en la iglesia y por el hallazgo de algunos objetos cerámicos islámicos de cronología temprana. En este sentido, el propio topónimo que da nombre al yacimiento, El Monastil, es la fosilización actual del topónimo árabe al-munastir, que nos alerta de que el lugar terminó su función y uso como sede de una pequeña comunidad musulmana de monjes-soldados, que parece desaparecería en el paso del s. XII al XIII.

A modo de resumen interpretativo, se puede defender que la modesta civitas tardo-romana fue transformada en un castrum bizantino fronterizo, que dispuso de una iglesia paleocristiana, que tras la conquista visigoda, hacia el año 600, fue elevada a sede episcopal visigoda, la ecclesia Elotana de la sinodal de Gundemaro (610), que fue suprimida y trasladada a Ilici al ocupar los godos esta ciudad y ganar su sede episcopal para Toledo (625-630), firmando desde entonces los obispos como representantes de las iglesias de Ilici y Elo, sería entonces cuando el obispo de la diócesis decidió transformar la infraestructura religiosa eclesial de Elo (El Monastil) en un monasterium, tal y como permite la legislación episcopal visigoda, sin rango urbano, casi abandonado el lugar, reducido a monasterio, es como lo encontrarían los árabes, transformándolo en un pequeño al-munastir, función con la que concluiría su existencia en época almohade.

BIBLIOGRAFÍA FUNDAMENTAL

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Antonio Manuel Poveda Navarro

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